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propiedad intelectual

[...]
El hecho de que la exagerada duración del derecho de autor propuesta por
su organización sea responsable de que grupos de admiradores de James
Joyce no puedan aún leer sus escritos cuando lo celebran no parece
merecer la atención de la OMPI, y tampoco la realidad de que esa misma
duración sea la causa de que no hayan entrado nuevas obras al dominio
público por casi un siglo, condenando a miles de ellas a desaparecer
para siempre, ya que no se las puede preservar (copiar o digitalizar)
sin violar el derecho de autores imposibles de contactar.

Su elogio de las patentes pasa por alto el destino de los millones de
personas que padecen de enfermedades tratables, pero que no pueden
acceder a los medicamentos necesarios porque alguna empresa de fármacos
posee un patente que le permite fijar precios arbitrariamente altos y
excluir toda competencia.

También parece ignorar que las patentes aplicadas a la medicina, a la
genética, a la informática, a las matemáticas y a otras disciplinas las
ha convertido en campos minados, en los que áreas completas del
conocimiento no pueden ser exploradas sin antes obtener permiso de sus
"dueños", o que el patentamiento de secuencias genéticas en seres vivos
ha permitido a semilleras como Monsanto exigir la destrucción de la
cosecha de agricultores cuyos cultivos habían sido contaminados con
genes patentados, aún cuando la contaminación se había producido por
negligencia de la propia semillera.
[...]

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